En el primer piso se encuentran los puestos de los artesanos que vienen del resto de las islas para ofrecer sus trabajos. Allí podréis encontrar sobretodo tallas de madera, donde el "producto" estrella son los tiki, dioses de los maories.
No tengas prisa por nada y recorre todo el mercado ya que vale la pena, recorrerlo y tomárselo con calma.
Después del mercado nos acercamos a ver el Museo Pearl, donde se pueden observar las muestras más representativas de la cultura maorí.
Luego paseando por el centro de Papeete vemos que hay bastantes tiendas que se dedican a la venta de perlas. El cultivo de perlas negras es también una fuente sustancial de ingresos. La mayoría de las perlas son exportadas a Japón, Europa y los Estados Unidos.
Los precios os lo podéis imaginar, bastante caros. Pero la verdad es que pedimos que nos enseñaran unas piezas y pudimos ver la belleza de las perlas negras.
Cansados de tantos paseos, nos dirigimos al hotel, donde nos tenían reservada una sorpresa (eso pasa cuando no te lees las actividades diarias). Fiesta y baile polinesio.
El día llegaba a su fin.
A la mañana siguiente, nos despertamos tranquilamente, ya sabemos que aquí no hay prisa, con lo cual nos lo tomamos con calma, y que mejor que ir a la playa para no estresarnos? Pues eso a la playa....
No os esperéis playas de arena fina y blanca como las del Caribe, para nada son iguales. Aquí la arena es negra, y eso es normal ya que todo el archipiélago es de origen volcánico, con lo cual las playas tienen restos de granito y por lo tanto son negras.
La verdad es que dos días dan para poco para una isla que merece por los menos dos días más para poder ver todo lo que nos ofrece, pero así es el tiempo que no es infinito. El resto del día lo dedicamos a disfrutar del mar, el sol, los peces el buen tiempo y a comer hamburguesas de Mai Mai (pez típico de la Polinesia).
El problema de visitar este tipo de lugares es que te apetece conocer la cultura indígena y también disfrutar de las playas y el agua cristalina que te ofrece.
Después de pasar el resto del día y con otra fiestecita polinesia en el hotel, solo nos quedaba decir Onana (adiós) a Tahití. A la mañana siguiente volabamos a Moorea.